Participar en un evento como la Olimpiada Panameña de Matemática puede parecer abrumador para cualquier estudiante de educación básica, requiere valentía y confianza para obtener buenos resultados, como lo demostró Mathías Tortolero.
Mathías, un niño de 11 años, se aventuró en la categoría de primaria de la Olimpiada Panameña de Matemática con el apoyo de su escuela y sus padres, y su valentía le valió la medalla de plata.
Desde temprana edad, Mathías mostró un talento innato para las matemáticas, y con la guía de su madre, exploró conceptos más avanzados que los que se enseñaban en su clase.
A pesar de un diagnóstico de hiperactividad, Mathías es conocido en su escuela por su educación y amabilidad, aunque a veces muestra una inquietud natural. No obstante, nunca ha mostrado comportamientos agresivos y siempre está dispuesto a ayudar a otros, como lo demuestra al ofrecer tutorías a un amigo para mejorar sus calificaciones.
Mathías es un ejemplo de cómo muchos niños con un alto coeficiente intelectual enfrentan desafíos, como el trastorno por hiperactividad. En su caso, la impulsividad inherente a su pensamiento rápido lo llevó a cometer un único error que lo separó de la medalla de oro en la competencia.
Su preparación para las olimpiadas comenzó en enero de ese año y culminó con el examen virtual. Aunque tenían dos horas para completar la prueba de 24 preguntas, Mathías, gracias a su esfuerzo previo, la finalizó en solo media hora, reservando otro tiempo para revisar sus respuestas, siguiendo el consejo de su madre.
Mathías es un niño excepcional en todos los sentidos y forma parte del 2% de la población con un coeficiente intelectual elevado. A pesar de que su escuela consideró adelantarlo un año, las regulaciones educativas no lo permitieron, requiriendo que cursara obligatoriamente sexto y séptimo año.
El Centro Educativo Corinto de Panamá, donde estudia Mathías, fue quien propuso su participación en la competencia y cubrió todos los gastos del proceso, incluyendo la asesoría de un profesor panameño. Esta escuela trabaja con niños de inteligencia excepcional y establece rigurosos criterios de admisión, incluyendo pruebas académicas y exámenes psicológicos, reconociendo la importancia de la inteligencia emocional.
La familia de Mathías considera a esta escuela como un verdadero regalo, ya que allí identificaron el potencial de su hijo y trabajan incansablemente para desarrollarlo. La institución cree en la neuroplasticidad cerebral y se esfuerza en estimular las mentes de los niños para ampliar su capacidad de aprendizaje.